Las generaciones se van sucediendo y un grupo como Air, cuyo primer álbum, ‘Moon safari’, vio la luz en 1998, ya resulta ser un clásico, cabeza de cartel del Sónar como en otras ediciones lo fueron artistas de quintas anteriores del calibre de Roxy Music, Grace Jones o Chic. El dúo francés, de Versailles, hizo valer aquellos hallazgos en torno a un pop electrónico retro-futurista, este viernes en la Fira Gran Via, con un espectáculo audiovisual que expandió el ya de por sí frondoso imaginario de este disco de culto.
‘Moon safari’ recogió en su día una reformulación de la electrónica enraizada en los 70 a través del ‘French touch’ de ciertas bandas sonoras y ‘grooves’ voluptuosos, todo ello con vistas a la evasión galáctica. Disco para perderte en él y flotar entre un burbujeo ‘chic’, que Air escenifica en esta gira como nunca lo había hecho, íntegramente y reproduciendo los matices de estudio con la actual tecnología del directo, todo ello sustentado en efectivos orgánicos: el bajo de Nicolas Godin, y sus sintetizadores, y los de Jean-Benoît Dunckel, más el batería Mikael Israelsson, los tres situados dentro de un largo cubículo rectangular de estética setentera, que empezó con luz blanca y evolucionó hacia el prisma multicolor.
Guitarra y batería
Siguiendo el orden del disco, ‘La femme d’argent’ abrió con su balanceo sensual muy Gainsbourg (era ‘Melody Nelson’) y creciendo en grosor con vistas al rock cósmico. De ahí a los susurros de ‘Sexy boy’, con más énfasis en las guitarras y la pegada percusiva, presente, de hecho, en todo el ‘set’, mientras que en el álbum solo había batería en tres canciones. El safari lunar deparó secuencias de ensueño, tramas de funk vaporoso con polvo de estrellas y, en medio de ese temario esencialmente instrumental, la voz con ‘vocoder’ (de tiempos pre-‘autotune’) en ‘You make it easy’. Air completó la actuación con citas a piezas de otros discos que conectaban con el espíritu de ‘Moon safari’, caso de ‘Venus’ (incorporando el láser), ‘Run’ o ‘Highschool lover’.
El pabellón francés tuvo a otro exponente horas antes, en la sesión de tarde: Laurent Garnier, presencia familiar en el festival desde su primera edición, en 1994, acogido como un mesías techno, donde desplegó una apabullante sesión de tres horas con su más que contrastada pericia. Baile y algarabía en el Village, mostrando la cara más fiestera de Sónar. Nada que ver con lo que nos ofreció el auditorio del SonarComplex, el aventurado minimalismo al piano de la neoyorkina Kelly Moran, recorriendo su reciente álbum ‘Moves in the field’ (editado por el sello electrónico-vanguardista Warp).
Guiños a Ryuichi Sakamoto
Cautivaron sus duetos consigo misma, es decir, con un Yamaha Disklavier que, como una pianola, reproducía notas por sí sola (a la vista a través de una pantalla) y la invitaba a improvisar encima. La excómplice de Oneohtrix Point Never cerró con una serie de piezas de Ryuichi Sakamoto, como ‘Energy flow’ y la del filme ‘Feliz Navidad, Mr. Lawrence’, que dedicó a “los niños de Gaza”, preámbulo de su reclamación de una “Palestina libre” (con la bandera ocupando la pantalla).
Y qué decir de las aventuras de Verde Prato, es decir, la guipuzcoana, de Tolosa, Ana Arsuaga, con sus despiertas pesquisas en el diálogo entre lo digital y lo ancestral, el ‘beat’ electrónico y ese ‘loop’ de txalaparta perceptible en ‘Maite, nauzu zeharkatu’ (‘amor, me ayudaste a superarlo’). Una pieza que habla de la seducción mutua entre dos cuerpos en la noche, o algo así. Verde Prato, sola ante el teclado y sus máquinas, acabó bailando y desatando las palmas entre la audiencia a lomos de unas tramas rítmicas con patrones tropicales, de bachata y reguetón. Exploración hacia el futuro y hacia el pasado, fundiendo vanguardia y pulso popular, en esta segunda jornada del festival.
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